De Cuba a Hidalgo, y de ahí a Tepito. Nadie sabe, bien a bien, de dónde proviene la creencia, pero la Santa Muerte ha ganado espacios a la Guadalupana
Es Tepito. Son las ocho de la noche; más de mil fieles reunidos encienden sus veladoras, para rendir culto a la Santa Muerte, en la calle de Alfarería número 12, colonia Morelos.
Estas calles en las que se reza un rosario a la Muerte, el día primero de cada mes, son también el escenario sangriento de las recientes ejecuciones y ajustes de cuentas entre las tres principales bandas del barrio bravo : la del 40, "Los Mineros" y la de "Los Panaderos".
Justo en estos territorios de Tepito, la Santa Muerte y Jesús Malverde, el santo sinaloense de los narcos y ladrones, parecen haberle ganado terreno al mercado de los fieles a la Virgen de Guadalupe.
Alfonso Hernández, del Centro de Estudios Tepiteños (CET), explica que la decepción hacia las instituciones del gobierno y hacia la Iglesia católica originó que los lugareños desviaran su fe hacia la Santa Muerte.
"La mera, mera, la que no falla, con la que seguro algún día te vas a encontrar."
En las esquinas de las viejas vecindades de Jesús Carranza, Tenochtitlán, Rivero, Fray Bartolomé y Caridad, el esqueleto vestido con capa, guadaña en mano y un mundo en la diestra, resalta en tamaño natural y opaca a los pequeños nichos de la Virgen del Tepeyac, que aún persisten.
Sin distinción: judiciales, preventivos, comerciantes y amas de casa de todos los puntos de la ciudad se santiguan por igual ante su imagen, para unos dulce, para otros siniestra. La llevan tatuada en el pecho, en los brazos. En pequeñas calcomanías de bolsillos y en forma de dijes.
Como José Antonio Parra, policía de Ecatepec, quien sin importar su uniforme, se santigua y con el rostro grave le susurra una oración.
"La niña no es mala. Hace muchos y buenos favores. Todo es cuestión de ser agradecido. Hay que regalarle flores, cigarros, oro y tequila", comenta en voz baja, mientras deposita una ofrenda floral a los pies de su patrona.
"Tiene el mismo poder que Cristo, él te da la vida y ella te la quita."
Raymundo Olvera y su esposa doña Enriqueta son los encargados, desde hace dos años, de distribuir las mayordomías (apartadas hasta el 2006) a quienes serán los responsables del cuidado y vestuario de la Santa Muerte, costumbre similar a la que se estila en los barrios de Xochimilco, donde se venera al Niñopa.
"Cada día es más su gente, desde enfermos hasta los más pudientes. Desde hace dos años que llegó a esta calle, nos protege y llena de bondad", comenta Rogelio, mientras talla minuciosamente una imagen.
Aunque la imagen prolifera en los pasillos de vecindades, en Alfarería número 12 se encuentra la más grande, la que convoca, mes con mes, a miles de fieles, quienes le ofrendan regalos distintos y la agasajan con mariachis hasta el amanecer.
"No le ofrezcas lo que no podrás pagar, ella acepta todo tipo de regalos aunque sean los más humildes. Aquí le traen velas, flores, puros, tequilas e incienso."
A escasos metros, de cara a este altar, vivía con su familia "Beto Pelotas" en el número 11 de Alfarería, quien está preso en el Reclusorio Oriente, acusado de participar en dos homicidios en la Morelos.
Día y noche los vecinos montan guardia a la Muerte envuelta en encajes y rodeada de licor, azúcar, dólares y dijes de oro y otros metales.
Para Arnulfo López, santero de la zona, quien debido a la adoración a la Muerte montó un centro esotérico, a esta santa la buscan "quienes viven al borde del peligro y piden protección".
Agrega que "cuida los panteones y protege sobre todo a delincuentes", aunque para efectos de la santería, la muerte recibe el nombre de Oya Yansa. Junto con Changó, Yemayá y Babala Aye; encabeza la lista de santos reclamados en el "barrio bravo".
De Cuba a Hidalgo, y de ahí a Tepito. Nadie sabe, bien a bien, de dónde proviene la creencia, pero lo cierto es que la Santa Muerte ha ganado espacios a la Guadalupana en el "barrio bravo".
Otro guardián a quien la imaginería popular de Tepito le ha dado cabida en sus nicho es Jesús Malverde, el santo de los narcos.
Su culto se relaciona con la presencia de 7 mil sinaloenses, quienes a mediados de los 70 poblaron algunas unidades habitacionales del "barrio bravo".
"Con el `boom` del narco en Sinaloa, mucha gente lo tomó como el santo milagroso y lo trajo al barrio", explica Adolfo Savín, subdelegado territorial en Tepito-Guerrero.
La fama de Malverde sumó adeptos en el "barrio bravo", quienes en forma de pinturas y bustos le han montado pequeños nichos para su adoración.
"Ahí lo puso un joven que no hace mucho salió de la cárcel. Y si no hace bien, pues tampoco creo que nos haga mal", comenta, Silvia Manríquez, al referirse a un pequeño busto de Malverde, instalado en un nicho.
Su historia, explican las autoridades, es parecida a la de "Chucho el Roto" en la capital.
"De un ladrón generoso, quien con el dinero, producto de sus robos, busca el bienestar común."
En su nombre, se han compuesto diversos corridos promovidos en voz de bandas norteñas, que resaltan los atributos del santo de bigote poblado y puro.
En Tepito, lo cobijan los habitantes de la vecindad que se ubica en el número 6 de Jesús Carranza, que según el mapa delictivo, es considerada uno de los inmuebles más peligrosos del barrio, en donde se vende droga y se presume tráfico de armas, como lo publicó EL UNIVERSAL el 21 de abril.
Zona de refugio de más de 100 de los 226 preliberados que se fueron a vivir al barrio. De estos lares proviene "El Tanque", uno de los delincuentes más peligrosos, según la PGJDF.
La leyenda de Malverde que surgió en Culiacán, lugar en el que tiene una capilla, ganó espacio en altares de vecindades como la marcada con el número 68 en la calle de Florida. "Lo pusieron los jóvenes, uno se queda con la morenita del Tepeyac, total, cada quien su fe", explica doña Sofía Díaz, quien habita este inmueble.
La Cruz de los muertos en Tepito
Le llaman la Cruz del descanso. Exhibe a lo largo de tres metros, los nombres de los ejecutados y suicidas de la Morelos, grabados en madera.
La numeralia de los propios lugareños indica que 25 de los nombres que aparecen en la Cruz murieron de balazo, siete por alcoholismo y uno más por suicidio.
"Son los valedores del barrio que se han ido, aquí tenemos los nombres en su memoria", explica uno de los encargados del altar.
La Cruz del Descanso, en la esquina de Mineros y Carpintería, reúne los nombres de los caídos en una de las tantas balaceras que se protagonizan en la Morelos, por riñas y ajustes de cuentas.
En este punto, las balas dejan su huella en los oxidados portones de la zona, donde también lucen las firmas de supuestas bandas.
Son las calles más "calientes", según la autoridad: Mineros y Carpintería, escenario de recientes muertes en la Morelos, guaridas de las bandas más importantes de la zona: "Los Mineros" y "Los Panaderos", quienes se disputan el mercado de la venta de drogas.
Ahí la gente del barrio ha montado un santuario de poco más de 10 metros, en el que conviven, atrapados en cristal y concreto, el Niño del Cacahuatito, Charbel, el Niño de las Palomas, San Miguel y la Virgen de Guadalupe. Apenas pisas el terreno, de inmediato, un grupo de jóvenes de entre 15 y 26 años, cuestionan el motivo de la visita.
Motivo de orgullo entre los colonos, la limosna es el sustento de ese rincón de la fe, que cada 12 de diciembre es causa de festejos y peregrinaciones hasta Chalma.
Una mezcla de religión y paganismo moderno
El culto contemporáneo a la Santa Muerte apareció en Hidalgo, en 1965. Y está arraigado en en el estado de México, Guerrero, Veracruz, Tamaulipas, Campeche, Morelos y el Distrito Federal (en el barrio de Tepito es de uso común entre delincuentes y comerciantes). También de Nuevo León, Chihuahua y Tamaulipas.
La Santa Muerte se ha vuelto un rito de entrecruzamientos culturales, donde confluyen usos heterodoxos del santoral católico y otras creencias alternas, como la santería. La Santa Muerte se vincula con la Virgen del Carmen: con Oya, la señora de los panteones, y colinda con el vudú y el satanismo. Y se le adora en consultorios, templos privados o altares con veladoras, flores o tequila.
Se cuenta que un día desapareció un santuario donde se rendía culto a la Santa Muerte, debido a que resultaba molesto para algunos. Ante esto, los creyentes tienen remedios: si se quiere ocultar la imagen de la Santa Muerte, una rosa blanca puede suplirla.
Pero las personas que viven en situaciones de alto riesgo son quienes suelen portar un dije o un escapulario ostensible con esta imagen. O un tatuaje en la piel, la llevan los militares, los policías, los narcotraficantes, los delincuentes y las prostitutas, aunque como todas las reglas, existen excepciones.
La Santa Muerte es un símbolo que indentificaría a personas que viven entre lo legal y lo ilegal, pero también se le puede hallar en estratos altos de la sociedad.